De por sí la palabra jacarandoso me parece tocada por la gracia. Algo alegre, pero sin la pose del que presume de felicidad. Juan Luis Cano (Madrid, 1960) es un tipo jacarandoso, de una alegría natural, cotidiana. Y eso que creció en una funeraria, lo entenderán cuando lean la entrevista. Ha iluminado los rostros de cientos de españoles durante muchos años con Gomaespuma, junto a su amigo Guillermo Fesser. Ahora sigue riendo y haciendo reír. Canta, pero no baila. Escribe y publica libros como Yo fui santa, su última novela, publicada por Menoscuarto Ediciones. Una aparición mariana falsa le vale a Cano para reflexionar sobre las mentiras, en un mundo de noticias falsas que la gente ansía creer.
Manuel Jabois, gallego y periodista insigne, recibió el Mariano de Cavia hace unas pocas semanas y contó, en su discurso de agradecimiento, lo siguiente: «Hay una broma de Gomaespuma que tiene muchísimos años en la que cuentan que han aparecido las murallas de Jericó y cuando preguntan al arqueólogo cómo las encontró él responde: preguntando, preguntando. Resulta que estaban detrás de un pabellón a las afueras de la ciudad pero nadie había preguntado nunca por ellas». Ese es nuestro oficio, por ello estamos aquí hoy, para preguntar. Por eso ha venido Juan Luis Cano, para responder, y para cantar. Aunque eso, me temo, no podrán leerlo.
PREGUNTA. – ¿Y cuándo se enamora del flamenco? ¿Hay una fecha estimada?
RESPUESTA. – No, es algo progresivo. Es la pescadilla que se muerde la cola. Me gustaba el flamenco, cuanto más me gustaba, más quería saber. Cuanto más sabía, más me gustaba. Y al final, hasta que te conviertes en un auténtico pelma, para los demás (ríe).
P.- ¿Qué es saber de flamenco?
R.- Yo no sé de flamenco. Yo soy un buen aficionado, en el flamenco a la gente que nos gusta nos auto llamamos «aficionados». Soy un aficionado. Luego hay buenos y malos aficionados. Yo creo que soy un buen aficionado. Me gusta mucho investigar de dónde viene, cuál ha sido la trayectoria del flamenco desde que empiezan a existir los primeros vestigios hasta ahora mismo. Y siempre te queda muchísimo por saber. Es imposible. Yo no me considero un flamencólogo, me considero un flamencólico, que es diferente.
P.- ¿Y tienes cantaores favoritos?
R.- Hombre, es inevitable tener siempre a alguien que te gusta más o menos. Yo era un absoluto devoto y adoraba a Enrique Morente, no solamente como cantaor, sino como creador y como persona, era una persona fantástica, formidable. Pero no sé, es que me gusta todo el mundo.
P.- ¿Cómo ve el flamenco actual?
R.- Pues mira, yo lo veo en constante evolución. Hay gente haciendo cosas espectaculares, sobre todo en el baile. Es brutal. Cómo ha evolucionado. Hay gente como Eva Yerbabuena o Israel Galván, o sea, gente que están haciendo unas cosas formidables, súper modernas, están arrasando por todo el mundo. Pero en España lo veo como siempre, no le hace caso a nadie. No lo valoramos por desconocimiento. Y además hay muchísimo prejuicio basado en el desconocimiento y la ignorancia.
P.- ¿Como cuáles?
R.- Pues mira, por ejemplo, la gente cree que el flamenco es una cosa rancia y antigua. Mentira. Es una cosa moderna, en evolución constante y triunfando en todos los escenarios del mundo. Eva La Yerbabuena, por ejemplo, ha sido Premio Nacional de Danza en Francia. Israel Galván está en Estados Unidos, en Nueva York arrasa. O sea, vamos a ver, hay gente haciendo cosas extraordinarias. Existe el flamenco de siempre, pero no es una cosa rancia, es una cosa profunda, auténtica, para la que hay que hacer un mínimo esfuerzo para comprender. Pero no hace falta empezar por ahí, ahí llegas después.
Yo creo que se están haciendo cosas estupendas, pero en cambio no hay un programa en la televisión pública con apoyo, con dinero de verdad, para que se pueda hacer una cosa digna y de verdad en una hora buena. No hay un programa de radio que se haya programado en un horario. Bueno, no hay un apoyo institucional en ningún sitio. Yo creo que por mero desconocimiento y con esos prejuicios, creyendo que es una cosa antigua, rancia, apegada al franquismo. Mentira, todo lo contrario.
Ha habido grandes cantaores y grandes artistas, que en su momento fueron unos grandes luchadores desde la universidad también contra el franquismo. Es desconocimiento puro y duro. Con esto de verdad que me pongo muy serio. Creo que es lo único, y cuando digo lo único lo digo con mayúsculas, lo único que España puede vender al exterior con la etiqueta de español puro y duro. Nada más. No hay otra cosa.
P.- Ni el jamón.
P.- Perdona, el jamón es una cosa de comer, que lo mismo lo puedes hacer en Polonia que en España. Los toros tampoco porque se torean en Francia, se torean en América. Lo único que se puede decir que es única y exclusivamente español, hecho y fabricado aquí es el flamenco.
P.- Y como es costumbre preguntar en El purgatorio, ¿cuál es su relación con Dios, con la fe?
R.- Yo no soy creyente, soy de una familia tradicional, española, católica, me eduqué en un colegio religioso de los marianistas. Pero bueno, a lo largo de mi vida he ido depurando mi fe hasta que la hice desaparecer. Tristemente no soy creyente, pero respeto absolutamente la fe de cada uno. Es más, en muchísimas ocasiones, fíjate, incluso me fastidia no serlo. Sí, porque vamos a ver la gente que de verdad, no digo los de boquilla, digo los que de verdad tienen fe y creen en una vida eterna. Pues claro, es que es maravilloso, o sea, te da un asidero vital brutal. El saber que cuando te mueres vas a ver a tus seres queridos y vas a vivir eternamente y tal, pues debe ser la bomba.
P.- A Juan Luis Cano le he obligado a que se traiga su guitarra, al final de la entrevista nos cantará algo, por ello, quédense. ¿Le da alegría tener la guitarra cerca?
R.- Bueno, no la guitarra, sino que cantar es algo que va pegado a mí. Canto todos los días. Soy un poco pesado, pero sí canto todos los días. Mira, uno de los momentos mágicos de mi día es cuando llego a casa por la tarde noche. Me pongo en la terraza y entonces me pongo ahí unas velitas, una copita de vino y me pongo a cantar yo solo, para mí.
Mira, yo puedo estar muy estresado, muy cabreado, muy cansado, pero ese momento me vuelve a reconciliar con la vida, para mí es maravilloso. Y luego la gente a la que nos gusta cantar, pero que nos gusta de verdad, nos sirve para no aburrirnos jamás. Yo no me he aburrido en la vida. Cuando veo que me voy a aburrir, me pongo a cantar y ya soy feliz. O sea, a mí cantar te juro que es que me llena tanto, me hace tanto bien, que es que no entiendo la vida sin la música y sin cantar.
P.- Juan Luis Cano es ese muchacho que conocerán por ser la mitad de Gomaespuma. Es periodista, escritor, humorista, es de Madrid, de Carabanchel, también sabe de cocina, flamenco y de toros. Y también sabe sobre funerarias porque su familia tuvo una funeraria. ¿Qué conocimiento de la funeraria podría enseñarnos ahora mismo?
R.- Es que vamos a ver, lo de la funeraria hay que explicarlo. La gente se va a creer que yo voy matando o enterrando gente. El negocio de mi familia paterna fue una funeraria, la funeraria de Carabanchel. La Paz se llamaba. Y la parte de arriba de la funeraria era la casa de mis abuelos. Mis abuelos vivían en la parte de arriba de la casa y en la parte de abajo estaba la funeraria. Pero, realmente, ¿una funeraria qué es? Una oficina. Debajo estaba la oficina de mi abuelo y era la funeraria. Estaba a lo que era el despacho, a la izquierda había un salón muy grande, un salón enorme donde estaban expuestos los féretros.
P.- Como en la charcutería puede estar puesto el género.
R.- Claro, en el almacén había féretros, pero no había muertos, nada. Los féretros, que algunos eran muy bonitos. Y luego, al otro lado estaba el garaje y había coches de muertos. Entonces yo estaba en casa, era pequeño, y a lo mejor estaba haciendo los deberes con algunos compañeros del cole. Entonces decía mi madre: «venga, ir terminando que vamos a la funeraria». Y claro, mis amigos decían: «¿Qué ha pasado?, ¿Qué pasa?».
Eso significaba ir a ver a los abuelos. Entonces yo escribí una novela que se llamaba La funeraria y ahí no cuento la historia de la familia, por supuesto. Pero sí que describo la funeraria como te lo acabo de contar. En esa novela está descrita exactamente cómo era la casa de mis abuelos y cómo era la funeraria de Carabanchel. Y luego cuento algunas anécdotas. Por ejemplo, teníamos un empleado ahí en la funeraria que se llamaba Pablito, que cuando se cogía alguna curda en el bar de enfrente, se echaba a dormir en los féretros. Abiertos, supongo.
«El flamenco es lo único que España puede vender al exterior con la etiqueta de español puro y duro»
P.- Juan Luis es, aparte de un chaval criado en medio de la funeraria en Carabanchel, un contador de historias reales o inventadas y hace poco ha sacado una historia inventada, pero pegada siempre a la actualidad, que es su quinta novela. Se llama Yo fui santa y ha sido publicada por Menoscuarto Ediciones. Usted, Juan Luis, que es un hombre tan extrovertido, tan jacarandoso, ¿Cómo lleva el proceso de escribir? Que como diría aquel es muy «pa dentro».
R.- Pues vamos a ver, para mí es un sacrificio grande, lo que pasa es que luego, una vez que me meto, una vez que me pongo a escribir, ya me meto ahí y me lo paso muy bien. Me gusta muchísimo escribir. Pero sí que es verdad que yo soy una persona muy extrovertida, me encanta la calle, estar con amigos, conocer gente. O sea, soy un tío de culo inquieto. Y claro, escribir es un proceso íntimo, en el que tú estás solo contigo mismo y con tus fantasmas y tus mecanismos mentales. Y claro, hacer ese proceso de decir «venga tío, que tengo que escribir». Uf, me cuesta mogollón. Me pongo excusas a mí mismo constantemente. Pero luego, una vez que me siento, se me pasan las horas volando porque me encanta. Me lo paso muy bien. Escribiendo ficción, especialmente.
P.- ¿Tiene algún método a la hora de escribir? Hay gente que se toma una ducha de agua fría, gente que escribe desnuda, gente que escribe solo de noche…
R.- Bueno, hay mucho ritual, mucha gente que escribe, que tiene rituales. Yo no. Toda mi vida he llevado un ritmo muy caótico, en mi vida no he estado sometido a rituales, ni a horarios. Hombre, cuando hacía radio, la radio empieza a una hora y acaba a otra hora, pero nunca he sido una persona ordenada en mis horarios. Y para escribir soy igual. Hay veces que escribo por la noche, otras por la mañana, de repente hay tres días que no escribo porque no puedo, luego escribo una semana seguida y lo que sí intento es, cuando me meto ya con algún libro, hacerlo en momentos en los que estoy solo.
Entonces me suelo ir de casa, porque si estoy en casa me despisto, me voy a sitios muy aburridos. Antes me iba a un apartamento que tenía mi madre en Gandía en invierno, porque Gandía en invierno es la muerte. No hay nada, absolutamente nada. Está todo vacío y encima llueve mucho, entonces me meto allí, porque no hay nada que hacer. Y ya que estabas allí, pues te pones a escribir.
P.- Tengo entendido que la novela tiene mucho que ver con la mentira, con los bulos, con las noticias falsas. Hay una aparición mariana en un pueblo del norte y obligan a la chavala, que ha tenido esa supuesta aparición mariana, a seguir con la mentira y a creer la mentira y hacer un negocio de la mentira. ¿Le preocupan mucho las mentiras?
R.- Claro que me preocupan, en la medida en que alteran la realidad como debería ser. Claro que me preocupa y mucho más si esas mentiras están encaminadas a manipular al resto de los seres. En esta novela, realmente es eso lo que quería contar. Cómo una mentira puede llegar a convertirse en algo muy grande en tanto en cuanto la gente está dispuesta a creerla. Y que el relato esté bien realizado, esté bien hecho. Y claro, una aparición mariana me venía al pelo. En esta novela en ningún momento me he planteado hacer una revisión a la fe en absoluto. Esto es una aparición mariana falsa, como podría ser cualquier otra cosa.
P.- ¿Dónde pone más la crítica?, ¿en la correa de transmisión de una mentira?, ¿en el propagador?, ¿en el que cree la mentira?
R.- La novela sí está basada en esa aparición, pero también hay una serie de ingredientes aledaños que son los que consiguen que todo eso tire para adelante. Entonces, la crítica sí la hay, en esos otros personajes que han sido los ladrillos de esa historia, en cómo se manipula con intereses.
P.- ¿Cuando escribía la novela, Juan Luis Cano también pensaba en medios de comunicación y en periodistas?
R.- Por supuesto. Es que yo creo que los medios de comunicación en los que yo he trabajado y sigo trabajando desde que tengo 17, 18 años, son quienes, fundamentalmente, en una sociedad establecen hacia dónde va uno, hacia un sentido o en otro sentido. No hablo solamente a nivel político, también a nivel social, socioemocional. Son los vehículos a través de los cuales se van lanzando, se van creando los caldos de cultivo, el cultivo y los ecosistemas sociales.
¿Y en manos de quiénes están los medios de comunicación? De las élites económicas, ¿y qué quieren las élites económicas? Tenemos que plantearnos muchísimas cosas para saber hacia dónde vamos, los periodistas y los contadores de historias, porque no solamente un periódico o un medio de comunicación cuenta cosas, también las cuentan los escritores, los poetas, los cantantes. Es decir, quienes cuentan historias tienen que saber que tienen una responsabilidad muy grande respecto hacia dónde camina la sociedad.
«Me arrepentí de llamar ‘Arriba España’ a un programa»
P.- ¿Le parece peor el ecosistema mediático de hoy que el de hace 20 años?
R.- No es que me parezca mejor o peor, me parece más abundante. Entonces, al haber muchísimos más medios, la influencia pues es mayor, Evidentemente. Es que cuando yo era jovencillo, digo, había cuatro radios, una tele y 20 o 15 revistas y tres o cuatro de ellas eran porno. Quiero decir, había muy poquitos medios. Luego, de repente, maravillosamente para el mundo nació Internet. Y la tecnología está multiplicando día a día las posibilidades de transmitir mensajes.
P.- Hablemos sobre la mentira, que me parece interesante. ¿La mentira es necesaria? Necesitamos mentirnos, mentirnos para seguir viviendo el día a día.
R.- Evidentemente, la mentira es necesaria si es una mentira piadosa o es una mentira buena. Muchas veces engañarte puede evitarte disgustos, pero al fin y al cabo con una mentira lo que estás haciendo es ocultar la realidad. Por ejemplo, si cuando te leas mi novela, yo te pregunto: «¿Te ha gustado?». Coño, no me digas que no (ríe). Sobre todo si no va a tener consecuencias lo que me digas, para qué me voy a ir yo a mi casa con un disgusto.
P.- ¿Cree que en política se ha perdido el valor de la palabra dada? ¿Que la mentira ahora penaliza menos?
R.- La palabra dada en la política no ha existido nunca. O mejor: la palabra dada sí, el cumplir con esa palabra dada no. El político tiene como como primordial objetivo convencer. Y claro, cuando tú estás intentando convencer, echas mano de todo lo que puedas. Luego, ya una vez que llegas al poder, si llegas al poder, es cuando te das cuenta, cuando te das con la realidad en toda la cara y entonces ya ves lo que puedes hacer, lo que no puedes hacer.
Hay muchísimas cosas que los políticos cuando llegan al poder no pueden hacer por imposibilidad real y otras cosas por consecuencia social. Me acuerdo cuando Rajoy decía: voy a bajar los impuestos. Luego llegó al poder y los subió porque estábamos en una crisis de cagarte. Cuando tú llegas hoy al poder y la realidad se te echa encima, es cuando realmente ves si puedes cumplir o no puedes cumplir, pero al principio, ancha es Castilla.
P.- ¿De la política española le preocupa algo mucho?
R.- Sí, me preocupa muchísimo la ultraderecha. Muchísimo. Me preocupa muchísimo la ultraderecha, en España, evidentemente, porque me toca más de cerca. Pero me preocupa en el mundo. Creo que los medios de comunicación, y más que ellos las redes, han conseguido que los mensajes simples, directos, sin fondo, sean los que inclinan posiciones. Y eso es muy peligroso. Estamos perdiendo el sentido crítico. Nos estamos dejando arrastrar por un populismo muy peligroso. Y esto significa un retroceso en derechos. Espero que no vaya más allá, porque todo movimiento bélico y horrible, toda tragedia humana, ha empezado por un movimiento chiquitín.
P.- ¿El algoritmo nos dirige?
R.- Nos dirige y luego hay algo muy peligroso, muy peligroso, que está en el germen de todo, que es la desigualdad. O sea, cuando crece la desigualdad y unos pocos viven cada vez mejor y una gran mayoría vive cada vez peor. Esos son los grandes problemas que ha tenido la humanidad siempre, siempre ha sido eso. Cuando unos poquitos han vivido de la hostia y muchos lo han pasado mal…, y la desigualdad está empezando a crecer.
P.- Hablemos un momento de Gomaespuma. A un joven que no sepa qué es Gomaespuma, que quizá haya escuchado a sus padres hablar de ustedes. ¿Qué fue Gomaespuma?
R.- Pues Gomaespuma fue un programa de radio que surgió a principios de los años 80 y que creó una manera nueva de hacer radio basado en un humor muy surrealista, pero también muy observador de la humanidad, de la sociedad. Y muy personal, porque era la manera de hacer humor de dos personajes, de dos personas humanas, pero que también tenía detrás un trasfondo social e informativo, porque Gomaespuma empezó siendo solamente un programa de humor. Ya te digo que siempre teníamos algo detrás, pero un programa de humor por humor, un humor muy absurdo, muy surrealista. Pero luego dimos el paso a unir nuestras dos facetas, que era la humorística y la informativa. Nosotros somos periodistas, entonces empezamos a hacer un programa de información, que es lo que siempre quisimos hacer. Pero utilizando el humor.
«Engañar a una persona para hacerle una broma me parece patético»
P.- ¿Se puede combinar el humor y el periodismo?
R.- Absolutamente. Lo que tiene que haber, cuando tú combinas el humor y el periodismo y la información, es el sentido común. Y yo creo que Gomaespuma lo consiguió creando un estilo propio de hacer radio con un lenguaje propio también. Y eso fue lo que caló muchísimo en aquel momento en la sociedad. Teníamos una audiencia brutal, teníamos la audiencia que nos elegía libremente y teníamos una audiencia mucho más joven, que era audiencia obligada, que eran los hijos de los papás que no escogían cuando los llevaban al cole y ellos iban detrás escuchándonos por narices.
P.- Hacíais bromas que con el paso de los años…
R.- Nosotros no gastamos bromas. Nosotros hacíamos gags. Pero eso de llamar a alguien haciéndose pasar por otro no, y eso que algunos lo hacían.
P.- ¿No le gusta lo de hacerse pasar por otro?
R.- Nunca me ha gustado lo de hacerse pasar por alguien, engañar a una persona para sacarle los colores, me parece patético. De hecho, nosotros hacíamos muchísimas llamadas y conseguimos además hacer entrevistas y conseguimos entablar conversación con personajes en su momento muy importantes, que estaban muy en el candelero. Pero siempre que nos presentábamos, lo primero que decíamos era: «Miren, somos Gomaespuma, un programa de radio de la Cadena SER, queremos hablar con tal», o sea, jamás nos hicimos pasar por nadie, jamás. Y así conseguimos hablar, por ejemplo, con Pinochet cuando estaba oculto en un hotel en Londres. Nos enteramos dónde estaba y le llamábamos todos los días, pero nos presentábamos. Eso de hacerte pasar por alguien, cambiar la voz y tal para engañar al personaje, me parece lamentable.
P.- ¿Hacía comedia que ahora convendría mejor no hacer en algunos momentos? ¿El tema de la autocensura también estaba presente en esos momentos?
R.- Los únicos límites que tiene que tener el humor son el sentido común. Lo que es absurdo es que por un chiste malo te metan en la cárcel. Eso no puede ser. Eso es ridículo. Una sociedad no puede consentir que por hacer un chiste, por muy malo que sea, metan en la cárcel.
Otra cosa es la crítica, que digas que es un gilipollas o que no le reirán la gracia y le quiten el programa o el teatro. Pero tú no puedes meter en la cárcel a un tío porque ha hecho un chiste malo. ¿Que ha hecho un chiste sobre un muerto en un atentado?, pues es un imbécil al que hay que condenar socialmente, pero no le puedes meter en la cárcel. Entonces sí que es verdad que ahora mismo estamos en un momento en el que la gente se tiene que autocensurar.
P.- ¿Juan Luis Cano se autocensura?
R.- Yo no, pero porque yo no creo que en la vida haya hecho una broma o un chiste, o haya hecho un sketch intentando ofender o hacer daño. Entonces yo no me autocensuro nunca. Porque creo que soy una persona con sentido común, aunque algunas veces se me puede ir, claro, evidentemente.
P.- En Gomaespuma hacíais humor con la actualidad. ¿Son tiempos los de ahora para hacer humor con la actualidad o estamos demasiado encabronados?
R.- El humor siempre sale al rescate. El humor tendría que ser obligatorio en la vida. Es una válvula de escape maravillosa. ¿Dónde va el mundo sin el sentido de la ironía o el sentido positivo de la vida? ¿Dónde va el mundo sin la felicidad como objetivo? Si pido que me digas los cinco momentos más felices de tu vida, estoy seguro que por lo menos dos o tres son momentos en los que te has reído.
P.- ¿La risa al poderoso le duele más que la crítica?
R.- Bueno, si te refieres a la ironía, por supuesto. La ironía te desarma. Recuerdo que había gente, sobre todo políticos, que venían con miedo, pero nosotros nunca hemos sido unas personas agresivas. En las entrevistas hemos entrevistado a todo Dios, pero a todo Dios, desde gente del panorama artístico mundial, porque hemos entrevistado a artistas de Hollywood, hasta a grandes directores de cine asiático o políticos.
Pasaron todos los políticos de este país del arco parlamentario. Hasta escritores, Premios Cervantes, o sea, todo el mundo ha pasado por ahí. Y quienes venían un poco más asustados, eran más reacios y venían un poco más con más prevención, eran los políticos, porque precisamente la ironía muchas veces les desarma. Y, además, luego pasaba otra cosa: que muchos de ellos pretendían ser graciosos.
P.- Justamente porque habéis hecho muchas entrevistas. Hace unas semanas salió la actriz Mónica López en una radio catalana diciendo que no había que ir El hormiguero, que la gente de la cultura no tiene que ir a El hormiguero porque ese señor (refiriéndose a Pablo Motos) blanquea el fascismo. Juan Luis Cano como entrevistador, ¿entiende el razonamiento de no ir a determinados programas porque blanquean el fascismo, como dice López? Y por otro lado, ¿comprende que las entrevistas blanquean a la gente?
R.- Las entrevistas blanquean a gente. Y lo que sí entiendo es la elección personal de ir a un programa o ir a otro. Yo entiendo que elija ir a un programa o no ir. Y que una entrevista blanquea, por supuesto que blanquea. Pero cada uno es libre de ir a promocionar su trabajo a un programa o ir a otro. Nada más. Pero sí, claro, las entrevistas blanquean y, por otro lado, me parece bien que se vaya a donde quiera cada uno.
P.- Yo iba más al argumento de blanquear al fascismo.
R.- El fascismo o lo que quieras, o sea, las entrevistas tal como tú las enfoques y por dónde las lleves te pueden servir para que el entrevistado salga en un pódium o arrastrado.
P.- Los programas de entretenimiento tienen mucho de eso. De que muchas veces se les acusa de invitar a determinado personaje, de que no es lo mismo que una entrevista seria, por así decirlo.
P.- No, pero es que vamos a ver, es que el humor es muy serio. O sea, el humor es un vehículo que sirve para trasladar un mensaje de una manera, no sé si dulcificada en algunos casos, pero te permite utilizar la ironía, te permite llegar a sitios donde de otra manera jamás llegarías. Un momento, ojito con el humor. Es que eso de una entrevista seria, ¿qué es?, ¿una entrevista coñazo?, ¿eso es una entrevista seria? Una entrevista en la que utilizas el humor no tiene por qué ser frívola ni tiene por qué dejar cabos sin atar.
«No me he autocensurado nunca»
P.- A lo que va, se puede ser crítico con humor.
R.- Por supuesto. Está mal que lo diga yo, pero por algo Gomaespuma éramos grandes entrevistadores. Escribimos humor y hemos hecho entrevistas espectaculares. Mira, una entrevista, por ejemplo. Te pongo un ejemplo nada más. Una entrevista en la que utilizamos el humor: el rey Abdalá II de Jordania.
Justo cuando había surgido la segunda Intifada en Israel. Nosotros nos fuimos a Jordania a entrevistar a Abdalá II y utilizamos el humor en un momento y en una entrevista que era tela. Cuando estaban saliendo un montón de refugiados palestinos y se refugiaban en Jordania. Él había tomado una posición en plena guerra por el agua. En fin, un momento muy delicado. Esa entrevista la reprodujo tal cual el New York Times. Una cosa es que utilicemos el humor y otra cosa es que frivolicemos con la información. Damos la información y hacemos periodismo. Lo que pasa es que utilizamos el humor y la ironía.
P.- Juan Luis Cano tuvo un programa en M80, a mí me pareció el mejor título de programa que se podía hacer para un despertador, se llamó Arriba España.
R.- No se entendió muy bien.
P.- Pues yo lo entendí bien.
R.- Sí, hubo mucha gente que sí, pero luego me arrepentí un poco. Sí, por eso, porque para qué ibas a tocar los cojones. Cuando hay cosas que están tan absolutamente aposentadas, fijas, arraigadas. Yo me rebelé luego un poco, creo que es un nombre cojonudo. Porque lo que hacía, lo que estaba diciendo era eso, venga, hay que despertar, arriba, venga, Pero no se entendió bien. Y hubo mucha gente que se sintió dolida. Y a mí eso me dolió y me hizo daño. Pudiendo elegir otro nombre, pues por qué no haberlo elegido. Yo lo que es verdad es que nunca jamás pretendí hacer daño a nadie.
P.- Pero yo creo que se entendía que era una cosa cómica.
R.- Pero también hay gente a la que le dolió. Y bueno, mira, sobre los sentimientos no hay que opinar. Es decir, si a ti te duele la pierna, yo no voy a decir nada. El dolor es personal. Entonces tú no puedes convencer a nadie de que no le duela, si le está doliendo, déjale en paz.
«La palabra dada en la política no ha existido nunca»
P.- Volviendo al asunto de las entrevistas y los famosos, ¿considera que las entrevistas a famosos son más aburridas porque ellos tienen miedo a decir según qué cosas por el titular o por lo que digan en redes?
R.- En las redes sociales es un vómito, especialmente Twitter. Yo soy muy tuitero. Es un sitio donde hay muchísima gente que no tiene nada que decir, pero se ve obligado a decirlo, gente que no tiene nada que decir, pero parece que la red le obliga a decir cosas. Y luego también es un sitio donde gente con verdaderos problemas personales, de odio, de angustia, de no se qué no se cuantos, ha encontrado una ventana por la que poder soltar su bilis. Y normalmente la bilis la sueltas contra alguien. No por las buenas. Y eso tú sabes que en redes te va a pasar. A mí me da absolutamente igual.
Yo soy combativo muchas veces porque me hace gracia. O sea que a veces soy un poco provocador. Digo: me voy a meter aquí a ver qué pasa, y entonces siempre hay gente que me insulta, pero lo hago un poco también aposta. Me gusta ese juego, pero hay gente que no, que se lo toma muy en serio.
Yo entiendo que tú tienes una imagen pública y vives de eso, que muchas veces tengas un poco de cuidado, porque sabes, si eres un actor o un cantante, por ejemplo, que de repente si te declaras o haces determinadas opiniones, pues a lo mejor no te contratan en determinados ayuntamientos para cantar, por ejemplo. Yo entiendo ese miedo, me da pena que eso suceda. Me da mucha pena porque el arte debería estar por encima de todos los actores. A un buen actor o un buen cantante deberían contratarlo, independientemente de lo que diga o deje de decir.
P.- Como aficionado a los toros que es, ¿comprende a quien le repele ese mundo?
R.- Sí, lo comprendo. Lo que pasa es que no lo comparto. O sea, a mí me gustan los toros. Creo, además, que incluso desde el punto de vista ecológico son necesarios. Si no existiera la ganadería brava, la dehesa se iba a la mierda. Es que hay un punto que es irrebatible, que es que hay un animal al que se le mata, pero también se matan las sardinas encima de una cubierta. Es decir, el hombre es un depredador y mata. Y luego, claro, el animalismo, los animalistas tienen un grave problema al defenderse, que es que los animales no son animalistas. Son animales depredadores.
P.- ¿Con qué nos va a deleitar con su guitarra y su voz?
R.- Pues ya que has hablado antes de Bambino, cantaré una rumbita de Bambino.